ELENA HIPATIA

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Título: Desastrum
Técnica: Libro de artista formato acordeón
Año de producción: 2024


Des-astrum quiere decir en latín “sin estrellas”. La figura del desastre es la contraposición al habitual cielo estrellado; el cielo sin estrellas, vacío, conforma un paisaje que no nos ampara pero tampoco nos limita, nos deja a la merced del infinito. Solo en este desierto celeste acontece un fenómeno que vacía al yo y lo desubjetiviza. En momentos de crisis existencial, cuando nos perdemos y no estamos muy seguras de quiénes éramos, somos o seremos, cuando nos abruma el vacío que dejan los cambios, cuando lo que conocías deja de ser, ahí habitamos el desastre.

Desastrum es un proyecto gráfico que se adentra en un viaje sobre el autoconocimiento basado en la historia de los arcanos del Tarot (El viaje de El Loco). A través de la simbología de cada carta encuentro un vehículo para entrar en un proceso de introspección, del que posteriormente surge el relato personal. Este relato se da de manera autoconclusiva en cada ilustración, que, al unirse al resto, adquiere una cualidad narrativa no lineal, reflejada en el formato de acordeón del libro.

La narrativa visual se desarrolla por medio de un imaginario personal de fantasía cotidiana que acompaña a la protagonista por espacios oníricos liminales. En ellos, la interacción entre los elementos queda suspendida en una colorida abstracción emocional. La obra aborda diferentes temáticas desde la autorreferencialidad como la identidad, los procesos emocionales, la relación madre-hija, la sexualidad y la amistad, entre otras.

¿Por qué hacer arte sobre lo personal? Con referencias de artistas y autoras que vertebran su obra a partir de lo personal, desde Sophie Calle a María Medem, me reafirmo en el condicionamiento natural de la producción artística al contexto en el que se desenvuelve. Al mismo tiempo, vivimos en la era de la saturación de imágenes e información y, ya que es ineludible, me empapo de subjetividad sin miedo a que se vea entre líneas el mundo que me rodea. Parafraseando a Hannah Höch, cuando se trata de obras de arte, todas y cada una de ellas representan una nueva creación, una singularidad, en esa forma concreta no han existido y nunca volverán a existir. La unicidad existe, porque el espectador aún no conoce esa cosa.